la comida principal del día

La comida principal del día

La comida principal será la de mediodía si se dispone de tiempo suficiente.

Conviene evitar ante todo la prisa que nos obliga a engullir una comida copiosa en un tiempo mínimo.

Ciertamente se duerme mejor cuando la cena es ligera, pero la realidad cotidiana no permite siempre disponer a mediodía del tiempo necesario para la comida principal.

Frutas

Se tomarán siempre al comienzo de la comida, ya que se digieren muy deprisa, preparan el estómago para recibir los demás alimentos y no corren el riesgo de combinarse con los almidones, como ocurre cuando se toman de postre.

Las frutas han de ser preferentemente frescas, la propia de la estación del año, y a ser posible debe comerse sin pelarla.

Si no se conoce su procedencia debe lavarse con cuidado.

Vegetales crudos

Cuando se toman vegetales crudos antes de comer otros alimentos cocidos se reduce considerablemente la hiperleucocitosis digestiva.

Esto permite suponer que los elementos vivos de los vegetales crudos son suficientes para proteger al organismo, que en ese caso no se ve obligado a intervenir para regular la elaboración de leucocitos.

Al igual que la fruta, también las verduras estimulan las secreciones salivales, gástricas, hepáticas, pancreáticas, etc.

Aportan elementos insustituibles, especialmente valiosos fermentos (que la cocción puede destruir) y sustancias «protectoras» muy importantes, que son verdaderos factores de salud.

Al comienzo puede resultar extremadamente penoso acostumbrarse a comer estos alimentos crudos y en ese caso hay que ayudar al organismo tomando zumos (de zanahoria sobre todo) y probando pequeñas cantidades de lo que normalmente se acepta mejor (zanahorias ralladas, etc.)

Conviene sazonar bien los platos de verduras crudas, a fin de que su sabor y su aspecto faciliten la digestión.

El aceite ha de ser preferentemente de oliva con la garantía de «primera presión en frío», ya que este aceite conserva sus sustancias «antioxidantes» y no se enrancia, y además es menos acidificante que el resto de las grasas.

El vinagre debe sustituirse por zumo de limón, cuyos ácidos orgánicos son indispensables para el transporte y fijación del calcio.

Un poco de sal marina sin refinar aportará magnesio y otros oligoelementos.

El perejil favorecerá la circulación, igual que el ajo y la cebolla, que son también estimulantes de la motilidad gástrica.

La mayoría de las verduras pueden consumirse crudas así por ejemplo, las alcachofas (partidas en finos gajos), berenjenas (la piel se tuesta ligeramente a fuego vivo y se quita, y la pulpa se machaca y se mezcla con cebollas picadas y aceite de oliva), remolachas (ralladas), zanahorias (ralladas), apios (cortados a lo largo), apionabos (rallados), col (roja o verde, cortada en tiras), pepinos y pepinillos, calabacines (se mezclan algunas rodajas con otras verduras) espinacas (como la lechuga), hinojo, habas (antes de madurar), judías verdes (mezcladas con otras verduras), nabos (rallados), acederas (con otras verduras), chirivías (ralladas y mezcladas con otras verduras), puerros (cortados en rodajas), acelgas (mezcladas), guisantes (mezclando unos cuantos con otros vegetales), pimientos (enteros o cortados en tiras), rábanos (solos o mezclados), rábano rusticano (rallado, como aliño), salsifi (rallado resulta delicioso), tetragonio (en ensalada), tomate y coliflor.

Ensaladas

La ensalada se puede servir aparte o como complemento del plato de vegetales crudos.

Se aliñará como éstos, no olvidando añadir cualquier aromatizante que acentúe su atractivo.

La gama de verduras para ensalada es muy extensa: las achicorias (escarola, coles de Bruselas y endibia), las lechugas (de oreja de mula, rizada, repollada, lamenca, romana, etc.), los berros, milamores y diente de león.

Vegetales cocidos

Puede componerse de cereales o verduras, o de ambos a la vez.

Las verduras cocidas son un complemento de las crudas al añadir a estas últimas algunos elementos que la cocción puede hacer más asimilables.

Los cereales integrales aportan al organismo la mayoría de los elementos útiles (sales minerales, especialmente sílice de las que carecen los cereales blanqueados y fermentos y vitaminas B que generalmente se eliminan con el cernido, etc.) y se prestan a la preparación de platos muy nutritivos y económicos.

Variando la elección de los cereales y el aderezo, es posible preparar platos de sabor y aspecto muy diferentes.

Esto puede hacerse también con la mayoría de los platos desde la simple papilla de trigo hasta la más sabrosa repostería.

El trigo se utiliza finamente molido, triturado, en sémola o en granos enteros.

Lo mismo sucede con el sarraceno (no es exactamente un cereal, pero se emplea como tal), que se puede cocinar como el arroz cuando está en grano (kasha), o hacer tortas con su harina.

El centeno se utiliza sobre todo en forma de harina (papillas, tortas, pan).

La cebada descascarillada puede substituir a la patata en los potajes de verduras, o ser la base de platos preparados de forma parecida al arroz.

Este último se presta a una gran variedad de formas de preparación, dulces y saladas, su fama de astringente no debe hacerse extensiva al arroz integral, que no tiene este defecto.

La avena se utiliza en sémola o en «copos» que generalmente se añaden a las sopas o forman la base del «porridge».

Los granos de maíz verde (recolectado antes de su total maduración) constituyen un alimento excelente; su harina cocida en agua es la polenta; también puede incluirse en algunos platos cocinados.

El mijo, tan rico en fósforo, es muy agradable al paladar, pero tiene que cocer el tiempo suficiente para evitar que puedan encontrarse granos aún cerrados, ya que eso desanima a los que lo prueban por primera vez.

Aromatizantes

Deben ser apreciados por varias razones, favorecen las funciones digestivas, impiden que las fermentaciones degeneren en procesos de putrefacción y estimulan las secreciones y la motilidad de las mucosas de todo el canal digestivo.

Los aromas que desprenden actúan sobre el sistema psicosensorial que dirige las secreciones y las diferentes fases de la digestión.

Nunca se sabrá valorar suficientemente la importancia de su acción estimulante.

Siempre que sea posible, se han de añadir al final de la cocción, a fin de preservar sus principios, pues éstos son muy sensibles y cualquier transformación puede hacerlos desaparecer.

Huevos

Normalmente pueden tomarse de dos a cuatro huevos frescos a la semana, pero teniendo en cuenta que deben ser de gallinas alimentadas con grano y hierba.

Contrariamente a lo que a menudo se cree, los huevos tomados en cantidad moderada no perjudican al hígado (a excepción de ciertos casos especiales, fácilmente reconocibles) sino más bien al contrario, estimulan las contracciones de la útil por varios motivos.

Quesos

La leche de los quesos está regenerada y sus residuos tóxicos han sido neutralizados por la fermentación láctica y los cultivos bacterianos útiles, por esta razón constituye un elemento que facilita la regeneración de la flora bacteriana cuando ésta ha sufrido alguna alteración, lo que por desgracia es frecuente en nuestros días.

Por otra parte, el queso representa un importante aporte de substancias nutritivas, a veces insustituibles, que son especialmente necesarias para los niños y adolescentes.

Se recomienda consumir preferentemente cualquier clase de quesos del país, que haya sido elaborada artesanalmente, ya que los procesos de elaboración industrial suponen por lo general una merma de su calidad y salubridad.

El yogur es extraordinariamente beneficioso para el intestino, al igual que la leche cuajada (si se cuaja espontáneamente y no con cuajo).

Cuando la leche cuajada constituye un alimento habitual como ocurre en algunos países conviene extraer el suero, pues éste es bastante acidificante, pero si se consume esporádicamente, es preferible tomarla sin escurrir.

El gran valor nutritivo del queso hace aconsejable que éste se consuma con moderación, salvo en casos concretos de desmineralización, etc., por ejemplo, un yogur en una comida y una pequeña porción de queso en la otra.

Ante la prevención que a veces suscitan los quesos fermentados, conviene precisar que únicamente hay que desconfiar de ellos cuando la fermentación es excesiva.

Postres

Es una costumbre de nuestras regiones terminar la comida con algún alimento especialmente agradable, lo cual no deja de entrañar cierto peligro, pues se corre el riesgo de ingerir más de lo conveniente cuando el estómago ya está casi repleto.

El postre no debe considerarse como un alimento aparte, sino como un componente más de la comida harina integral (al 85%) y otros ingredientes, algunos frutos secos (higos, nueces, avellanas, dátiles, etc.), una o dos pequeñas cucharadas de miel, o incluso un poco de compota fresca.

Los entremeses de algas gustan mucho a los niños y a los mayores, se hacen rápidamente y no sobrecargan demasiado el estómago.