Las margarinas en la alimentación

las margarinas en la alimentación

La mayoría de las margarinas contienen grasas animales (sebo en rama o aceite de ballena) que para poder solidificarse después de su licuefacción a una cierta temperatura, necesitan fijar el hidrógeno del aire.

Con este fin se tratan en presencia de un catalizador, normalmente níquel, pudiendo existir el riesgo de que queden trazas de éste en el producto acabado.

Esta hidrogenación catalítica tiene también la finalidad de desodorizar las grasas animales, ya que su olor desanimaría al consumidor.

Las trazas del catalizador utilizado tienen una acción perniciosa sobre el hígado, pues éste debe encargarse de su neutralización.

Por otra parte, esta operación de hidrogenación de las grasas implica la destrucción de ciertos ácidos (polietilénicos) indispensables para la formación de los tejidos, de forma que estos productos no pueden suministra las sustancias que el organismo necesita para la regeneración de sus células.

Este pernicioso proceso de hidrogenación catalítica suele realizarse incluso cuando la grasa básica de la margarina es de origen vegetal.

También es preciso llamar la atención sobre las consecuencias de los procedimientos de obtención de ciertas grasas vegetales, ya que en ellos se utilizan disolventes químicos y se aplican temperaturas tan elevadas, que causan la destrucción de la mayor parte de los elementos vivos.

Otro punto criticable es el descascarillado de las oleaginosas, con el fin de reducir su volumen y recortar así los gastos de transporte, se les quita previamente la cáscara, con lo cual sus componentes se acidifican y contribuyen a que el aceite o la grasa, cuya base constituyen, se vuelvan aún más acidificantes.

El exceso de elementos acidificantes en los alimentos dificulta gravemente la actividad que el hígado realiza para mantener el equilibrio ácido-base en el organismo.

Se ha de señalar además que las margarinas son muy indigestas, pues su asimilación exige un gran esfuerzo de los órganos digestivos.

Sabemos también que las grasas animales cocidas contribuyen a la génesis de cirrosis y de necrosis de las células hepáticas.